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Ablación por Radiofrecuencia para Nódulos Tiroideos

Ablación por Radiofrecuencia para nódulos tiroideos

radiofrecuencia

En el tratamiento por Radiofrecuencia, los nódulos son lesionados mediante el calor generado por una corriente eléctrica alterna de alta frecuencia (350-500Khz) que agita los iones de los tejidos de alrededor de la aguja, provocando un aumento de la temperatura y generando un calor de fricción dentro del tejido lo que conlleva su destrucción.

Resultados y ventajas.

Si bien los resultados pueden variar de acuerdo con las características de cada caso y el volumen original de los nódulos, con la ablación por radiofrecuencia se consiguen, en promedio, una reducción del 50% del volumen en el primer mes, que sigue disminuyendo a entre 60 y 80% de su volumen original durante los meses siguientes. En casi un 100% de los casos los síntomas de compresión en el cuello desaparecen durante los primeros 30 días. 

La mayoría de los nódulos requieren una sola sesión de tratamiento.

Como todo procedimiento médico, la ablación de nódulos tiroideos por radiofrecuencia no está exenta de posibles efectos secundarios y complicaciones. En algunos casos los pacientes pueden presentar dolor leve transitorio en las primeras 24h, que se resuelven con analgésicos convencionales, también es posible que aparezcan pequeños hematomas que se reabsorben espontáneamente en los días siguientes a la ablación.

La ablación por radiofrecuencia de los nódulos tiroideos benignos es una alternativa segura y efectiva para la reducción del tamaño de la lesión, y que mejora los síntomas del paciente sin extraer tejido sano de la glándula ni afectar su función. Comparado con la cirugía abierta es un procedimiento menos invasivo, que permite una rápida recuperación y excelentes resultados estéticos ya que no requiere hacer una herida y, por tanto, no deja cicatrices en el cuello.

Tiroidectomía.

En esta cirugía se extirpa la glándula tiroidea. Esta cirugía es la más común para el cáncer de tiroides. Al igual que en la lobectomía, este procedimiento generalmente se realiza a través de una incisión de unas pocas pulgadas de diámetro en la parte frontal del cuello. Usted tendrá una pequeña cicatriz en la parte frontal del cuello después de la cirugía, pero esta cicatriz se vuelve menos notable con el paso del tiempo.

Si se extirpa toda la glándula tiroides, a la cirugía se le llama tiroidectomía total. Es posible que algunas veces el cirujano no pueda extirpar la tiroides por completo. En caso de que se extirpe casi toda la tiroides, a la cirugía se le llama tiroidectomía casi total.

Después de una tiroidectomía total o casi total, usted necesitará tomar pastillas de hormona tiroidea (levotiroxina) diariamente. Sin embargo, una ventaja de esta cirugía sobre la lobectomía consiste en que después de esta operación su médico podrá vigilar si la enfermedad recurre (regresa) con gammagrafías con yodo radiactivo y análisis de sangre de tiroglobulina.

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Indicaciones terapéuticas y tratamiento

Indicaciones terapéuticas y tratamiento.

Indicaciones terapéuticas.

El tratamiento depende del reporte citológico: BETHESDA I) (inadecuado) implica la necesidad de repetir la BAAD mediante guía ecográfica, en caso de lesiones quísticas se realiza solo vigilancia semestral; II) (benigno) se da seguimiento semestral mediante ultrasonido, en caso de nódulos menores a 3 cm, o pacientes de zonas con deficiencia de yodo se opta por tratamiento con levotiroxina a dosis de 50 o 100mcg buscando una supresión parcial de la TSH (0.1 – 0.5mUI/ml) durante 6 meses a 2 años.

No indicado en pacientes con trastornos del ritmo cardiaco y/o alto riesgo de fractura. III) (atipia de significancia indeterminada) se procede a repetir la BAAD y reclasificar, en caso de ecografía sugestiva de malignidad se envía a tratamiento quirúrgico. IV a VI) (neoplasia folicular, tumor de Hürthle, sospechoso de malignidad, positivo para malignidad) se envían a tratamiento quirúrgico. Misma condición para quistes puncionados y drenados con 2 o más recidivas, nódulos benignos de crecimiento rápido, síntomas compresivos, citología negativa a cáncer con probabilidad de malignidad por antecedentes.

Tratamiento.

Afortunadamente los avances en medicina han trascendido en la consulta de endocrinología para aportar calidad de vida a los pacientes con nódulos tiroideos.

Aunque los nódulos tiroideos benignos representan un 85% de los casos, las molestias que pueden llegar a ocasionar han provocado durante años que se planteara como única opción extirparlos, provocando en muchas ocasiones consecuencias irreversibles.

En ausencia de un posible cáncer de tiroides, hoy en día existen alternativas de tratamiento para los nódulos tiroideos benignos que van desde los mínimamente invasivos a los no invasivos, permitiendo de manera ambulatoria eliminar de una manera eficaz los nódulos tiroideos sin cirugía, garantizando la conservación de la glándula tiroides y su función primordial en el organismo.

El tamaño de los nódulos tiroideos, su velocidad de crecimiento, la aparición de molestias locales de compresión o su localización, pueden ser motivos para realizar estos tratamientos mínimamente invasivos o no invasivos para reducir su tamaño, eliminar síntomas clínicos y evitar su malignización.

Yodo Radioactivo.

El yodo es esencial para el funcionamiento apropiado de la glándula tiroides, y lo utiliza para producir sus hormonas tiroideas. Por ello las células ubicadas en la tiroides tienen capacidad para captar el yodo.

El yodo radiactivo I-131 es uno de los procedimientos más antiguos usado en el diagnóstico y tratamiento de patologías tiroideas.

El I-131 es un isótopo radiactivo, con una vida media de 8,04 días., y se aprovecha la propiedad fisiológica única del tejido tiroideo de concentrar dicho elemento para entregar a través del torrente sanguíneo de manera local una alta dosis de radiación en la glándula tiroides para destruir sus células.

Suele generar la complicación de hipotiroidismo permanente en una tercera parte de los pacientes expuestos a este método terapéutico.

Termoablación por Láser.

Este método consiste en introducir una fibra de láser mediante punción percutánea guiada por ultrasonido para colocarla en la vecindad del nódulo, y emitir energía para inducir una elevación térmica mediante agitación de ondas electromagnéticas local que provoca necrosis por coagulación del tejido expuesto.

Presenta algunas dificultades en la intervención por la aparición de microburbujas provocadas por el calor que dificulta la interpretación de los nódulos, además de que el tejido queda carbonizado impidiendo que sea reabsorbido.

Y como ventaja, resaltar, que al no producir calor de conducción nos evitamos las posibles lesiones en los tejidos de la periferia de la antena que si podemos tener en la RFA.

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Clasificación Bethesda de nódulos tiroideos

Clasificación Bethesda de nódulos tiroideos

Durante años, la citología tiroidea (PAAF) presentaba un problema de confusión en la interpretación, debido a que los distintos centros e instituciones empleaban terminología variada, pero actualmente ya existe un consenso y se han uniformado las categorías diagnósticas en un estándar que se denomina Clasificación BETHESDA

El 70% de las PAAF de tiroides se diagnostican benignas, el 5% de malignas, y el porcentaje de falsos positivos y falsos negativos está entre 3-6% y 1-11%.

Categoría I- No diagnóstica/ insatisfactoria

Las punciones que se incluyen dentro de esta categoría son debidas principalmente a un problema de muestra (cantidad o calidad) que se extrae del nódulo mediante la PAAF. Suponen un 10-20% de las punciones de nódulos tiroideos.

Categoría II- Benigna

Representa en torno al 70% de las muestras, suele informarse como nódulo coloide o bocio nodular, o hiperplásico. En estos casos, tratar los nódulos de forma preventiva mediante HIFU o Radiofrecuencia es muy positivo ya que evita complicaciones futuras ya que los nódulos tienden a crecer.

Categoría III- Atipia o lesión folicular de significado incierto

Cuando la muestra celular presenta atipia estructural o nuclear pero no hay indicios suficientes para clasificarlo como sospechoso de malignidad.

Son punciones que o por problemas técnicos (extensiones gruesas, coagulación/hemorragia, desecación o tinciones defectuosas) o problemas morfológicos no se pueden clasificar dentro de la categoría de benigna, sospechosa o malignas

Se debe repetir la PAAF en un intervalo apropiado y en un 20-25% de estas lesiones se volverán a clasificar como categoría III.

Representa entre un 2-18% de los casos y el riesgo de malignidad es muy variable con una media del 16%. En estos casos muchos pacientes son remitidos a cirugía ante la sospecha de cáncer.

Categoría IV- Posible Neoplasia o Neoplasia Folicular

Se incluyen en esta categoría los casos en los que se observa una proliferación folicular que puede corresponder histológicamente a un carcinoma folicular.

El riesgo de malignidad en esta categoría es del 15-30%, siendo la frecuencia de este diagnóstico del 1-25%.

Del mismo modo que la categoría III, aunque de forma más acusada, la solución que se recomienda es la cirugía.

Numerosos estudios clínicos demuestran que el 82% los pacientes operados con Bethesda categoría IV, tras analizar el tejido extirpado, resultan ser nódulos benignos.

Cirugías con Bethesda IV que arrojaron que el 81,55% eran benignos.

Categoría V Lesión sospechosa de malignidad

Incluye lesiones con datos citológicos altamente sospechosos de malignidad, pero no suficientes para concluir un diagnóstico.

Representa un 2,5-5% de los diagnósticos, y el riesgo de malignidad es del 60-75%

Categoría VI Maligno

En los casos que por las características citológicas son concluyentes de malignidad, tipo carcinoma papilar, medular o linfoma.

Representa un 5% de los casos y el riesgo de malignidad es superior al 95%. 

La clasificación del Sistema Bethesda para el estudio de lesiones tiroideas permite a los patólogos realizar informes sistematizados, unificados, homogéneos y permite establecer la actitud terapéutica del paciente y seleccionar los pacientes que van a ser candidatos a tratamiento quirúrgico.

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pruebas diagnóstico nódulos tiroideos

Pruebas diagnóstico

Pruebas de diagnóstico para los nódulos tiroideos.

Una vez se descubre el nódulo de tiroides, su doctor determinará si el resto de su glándula tiroides es saludable o si está afectada por una condición más general como hipertiroidismo o hipotiroidismo.

Su doctor examinará su tiroides para ver si toda la glándula está agrandada o si hay un nódulo solitario, o múltiples nódulos.

Estudios de laboratorio iniciales pueden incluir los niveles de hormona de tiroides (tiroxina, T4) y la hormona estimulante de tiroides (TSH) en su sangre para determinar si su tiroides funciona normalmente.

Ya que usualmente no es posible determinar si un nódulo de tiroides es cáncer solamente con el examen físico y pruebas de laboratorio, la evaluación de nódulos de tiroides incluye exámenes especiales como el ultrasonido de tiroides y la biopsia con aguja fina.

Ultrasonido de tiroides.

El ultrasonido de tiroides es una herramienta fundamental en la evaluación de nódulos de tiroides. Utiliza ondas de sonido de alta frecuencia para obtener una imagen de la tiroides. Esta prueba es muy precisa y fácilmente permite determinar si un nódulo es sólido o si está lleno de líquido (cístico), y además permite medir con precisión el tamaño del nódulo.

 El ultrasonido también permite identificar nódulos sospechosos ya que algunas características del ultrasonido son más frecuentes en nódulos con cáncer de tiroides que en nódulos que no son cáncer. El ultrasonido de tiroides también permite identificar nódulos que son muy pequeños para detectar en el examen físico. 

El ultrasonido también se usa para guiar la aguja directamente al nódulo cuando su doctor piensa que una biopsia es necesaria. Luego de completar la evaluación inicial, el ultrasonido de tiroides puede usarse para seguir de cerca a los nódulos de tiroides que no requieren cirugía para determinar si estos están creciendo o haciéndose más pequeños con el paso del tiempo

Biopsia de aspiración de tiroides con aguja fina.

El término biopsia de aspiración de tiroides con aguja fina, puede producir temor, pero la aguja que se utiliza es muy pequeña y el uso de un anestésico local puede no ser necesario.

 Este procedimiento sencillo, se realiza con frecuencia en la oficina del médico. Algunas veces, los medicamentos anticoagulantes se suspenden por algunos días antes del procedimiento. Por lo demás, la biopsia usualmente no requiere ningún otro tipo de preparación especial (no se necesita ayunar). Los pacientes usualmente regresan a casa o al trabajo luego de la biopsia sin necesitar tiritas. Para su biopsia, su doctor usará una aguja muy delgada para obtener células de su nódulo de tiroides. Generalmente, se tomarán algunas muestras de diferentes áreas del nódulo para darle a su doctor mayor oportunidad de encontrar células cancerígenas si es que estas están presentes. 

Las células son luego examinadas bajo el microscopio por un patólogo.

El reporte de una biopsia con aguja fina de tiroides usualmente indicará uno de los siguientes hallazgos:

1. El nódulo es benigno (no cáncer).
Este resultado se obtiene en casi 80% de las biopsias. El riesgo de cáncer cuando la biopsia es benigna es de menos de 3 en 100 biopsias o 3%. Este riesgo es aún menor cuando la biopsia se revisa por un patólogo con experiencia en un centro médico grande. Generalmente, los nódulos benignos no son removidos a menos que causen síntomas como dificultad para tragar. En estos casos, ultrasonidos seriados son importantes. Ocasionalmente, se puede requerir otra biopsia en el futuro, especialmente si el nódulo crece con el tiempo.

2. El nódulo es maligno (cáncer) o sospechoso para malignidad.
Un resultado maligno se encuentra en casi 5% de las biopsias y es más frecuentemente debido a cáncer papilar de tiroides, que es el tipo más común de cáncer de tiroides. Un resultado sospechoso para malignidad tiene un riesgo de cáncer en el nódulo de 50-75%. Estos resultados requieren cirugía para remover su tiroides luego de consultar a su endocrinólogo y cirujano.

3. El nódulo es indeterminado.
Este es en realidad un grupo de varios diagnósticos, que pueden ocurrir hasta en un 20% de los casos. Un resultado indeterminado significa que a pesar de que suficientes células fueron removidas de su nódulo durante la biopsia, el examen con el microscopio no permite clasificar el resultado como maligno o benigno. La biopsia puede ser indeterminada porque el nódulo se describe como lesión folicular. Estos nódulos son cáncer 20-30% del tiempo. Sin embargo, el diagnóstico sólo se puede hacer con cirugía. Debido a que la probabilidad de que el nódulo no sea canceroso es alta (70-80%), usualmente solo se remueve con cirugía el lado de la tiroides que tiene el nódulo. Si se encuentra cáncer, el resto de la tiroides debe ser removida también.

Si la cirugía confirma que no hay cáncer, no se necesita sacar el resto de la tiroides. La biopsia también puede ser indeterminada porque las células del nódulo tienen características que no permiten clasificarlas en las otras categorías. Este diagnóstico se llama atipia, o lesión folicular de significado incierto. Estos nódulos raramente tienen cáncer, así que usualmente se recomienda una segunda biopsia o una operación quirúrgica para remover el lado de la tiroides que contiene el nódulo.

4. La biopsia puede ser no-diagnóstica o inadecuada.
Este resultado se obtiene en menos de 5% de los casos, cuando se usa ultrasonido para guiar la biopsia. Este resultado indica que no se obtuvieron suficientes células para hacer un diagnóstico, pero es un resultado común cuando el nódulo es un quiste. Estos nódulos pueden requerir una segunda evaluación con una nueva biopsia, o pueden ser removidos con cirugía dependiendo de la recomendación de su médico.

Pruebas diagnósticas moleculares.

Se han desarrollado nuevas pruebas que examinan los genes en el DNA de los nódulos de tiroides y otras están en desarrollo. Estas pruebas pueden proporcionar información importante sobre la presencia o ausencia de cáncer. Estas pruebas son de particular ayuda cuando el espécimen evaluado por el patólogo es indeterminado. Estas pruebas especializadas se hacen en muestras que se obtienen durante el proceso regular de la biopsia.

Función tiroidea y anticuerpos antitiroideos.

Es necesario conocer la función tiroidea en todo paciente con un NT. Si la TSH es elevada (>5 uUI/ml), el paciente tiene un hipotiroidismo y se debe investigar si existe una tiroiditis crónica, con la determinación de los anticuerpos antitiroideos, especialmente los antimicrosomales del tiroides, que tienen mayor sensibilidad que los antitiroglobulinas; posiblemente ese paciente se beneficiará con la terapia con hormonatiroidea. Si la función es normal, también podría ser útil saber si estamos en presencia de una tiroiditis crónica.

Si la TSH es baja, indicando un hipertiroidismo clínico o subclínico, es posible que estemos ante un NT hiperfuncionante.

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Manifestaciones y evaluación clinica

Manifestaciones y evaluación clínica.

Aunque los nódulos tiroideos generalmente no son cancerosos (benignos), algunos aún pueden serlo. Por ello, es importante evaluarlos, ya que si se tratase de un cáncer de tiroides se podría tratar desde sus primeras etapas.

Manifestaciones clínicas.

Solo en una pequeña proporción de pacientes aparecen los síntomas propios de la compresión de estructuras vecinas: opresión cervical, disfagia, disfonía, disnea y/o estridor respiratorio. Entre los principales síntomas encontramos: 

Bulto en la parte anterior del cuello. La aparición de un bulto en el cuello o la palpación de ganglios en la región lateral del cuello, son las formas más corrientes de descubrimiento de esta patología. A veces el crecimiento es invisible porque se produce hacia el interior del tórax, en cuyo caso tampoco se palparía nada.

Dificultad respiratoria. La desviación de la tráquea puede provocar una dificultad respiratoria. El crecimiento asimétrico de la glándula tiroides puede comprimir las estructuras cervicales. Sobre todo, al estirarse en la cama, o en el caso de que el paciente esté realizando algún esfuerzo poco habitual.

Cambios en la voz o afonía. La aparición de cambios en la voz o de afonía que no está relacionada con un catarro. Se trataría de una alteración provocada por el atrapamiento o la infiltración del nervio laríngeo recurrente. Este nervio es el que proporcional la movilidad a las cuerdas vocales y por tanto nos permite hablar con normalidad.

Tos irritativa y persistente. La presencia de tos irritativa y persistente, cuyo origen se encuentra en las vías altas y que es refractaria a los tratamientos tópicos habituales.

Molestias y dificultad al tragar alimentos sólidos o atragantamiento al ingerir líquidos. La compresión del esófago por parte del crecimiento de la glándula tiroides puede provocar molestias y dificultad al tragar o atragantamiento. La aparición de estos síntomas puede evidenciar una enfermedad avanzada.

En otras ocasiones, e independientemente de su tamaño, un carcinoma tiroideo puede presentarse aparentemente solo como una linfadenopatía cervical palpable.

En la exploración física se debe evaluar la dureza del nódulo, la fijación a los tejidos subyacentes y la presencia de linfadenopatías cervicales laterales. Un dato clínico que siempre se debe buscar en pacientes con bocio o nódulo tiroideo de grandes dimensiones es el signo de Pemberton. Se trata de evidenciar la congestión facial reversible después de la elevación de ambos brazos. Ocurre en pacientes que tienen síndrome de vena cava superior, debido a la obstrucción de la entrada torácica, y es indicativo de bocio intratorácico.

Evaluación clínica.

Existen cuatro tipos de casos que requieren una especial atención. Por una parte, aquellos en que las características clínicas del nódulo son un rápido crecimiento, dureza, fijación a estructuras adyacentes o presencia de linfadenopatía, todo ello indicativo de carcinoma. 

Por otra, la aparición de un nódulo tiroideo en un paciente con antecedentes de irradiación previa de cabeza, cuello o tórax, habida cuenta que los carcinomas relacionados con radiación son con frecuencia multifocales. La irradiación previa del tiroides confiere a la presencia de un nódulo solitario un riesgo de malignidad del 20-50%; además, una historia de irradiación condiciona el tratamiento quirúrgico, aconsejándose un abordaje más agresivo. Sin embargo, hay que recordar que existen estudios en los que la radiación no aumenta la frecuencia de cáncer clínicamente detectable sino la frecuencia de detección de carcinomas in situ en pacientes más jóvenes y que estudios realizados en relación con el incidente nuclear de Chernobyl han puesto de manifiesto que hay un aumento de la incidencia de cáncer de tiroides, pero la mayoría de tipo papilar y de escasa agresividad. En cualquier caso, cabe esperar una cada vez menor incidencia de estos casos, al no aceptarse en la actualidad muchas de las indicaciones de radioterapia que se realizaron en épocas anteriores, aunque dado el efecto a largo plazo, siguen constituyendo un factor a tener en cuenta.

Otro grupo de riesgo especial lo constituyen los niños menores de 14 años que presentan un nódulo solitario, pues tienen un 40-50% de posibilidades de que éste sea maligno. Parece que este mayor riesgo está en relación con la exposición a radiaciones ionizantes. La evolución y pronóstico suelen ser mejores que en mayores de 40-50 años. Y, por último, otro grupo de riesgo serían los pacientes con una enfermedad de Graves que presentan un nódulo gammagráficamente hipofuncionante, que conllevan un riesgo aumentado de carcinoma; además, en estas circunstancias el carcinoma parece tener un comportamiento más agresivo que en pacientes eutiroideos65. Algunos autores recomiendan directamente la intervención quirúrgica en estos casos.

Sin embargo, la mayoría de los pacientes que presentan nódulos tiroideos no se incluyen en ninguna de estas cuatro categorías. Los nódulos tiroideos son normalmente asintomáticos y se descubren de modo casual por el propio paciente o durante un examen médico rutinario. Un estudio clínico cuidadoso, con particular atención a los posibles factores clínicos de riesgo, proporciona indicadores importantes sobre el diagnóstico y la posible necesidad de intervención. La aparición de dolor es infrecuente, pero algunos tumores malignos pueden producir sensación de incomodidad en el cuello. La aparición de dolor debe sugerir infección inflamación, hemorragia o carcinoma anaplásico.

Con respecto a la presencia de uno o múltiples nódulos, parece ser que la aparición de un nódulo dominante en una glándula multinodular implica los mismos riesgos de malignidad que un nódulo solitario. El desarrollo de un nuevo nódulo solitario o el crecimiento rápido de un nódulo dominante preexistente deben hacer sospechar malignidad, pero un nódulo maligno puede presentar un crecimiento extremadamente lento y permanecer durante años antes de ser diagnosticado. Sin embargo, la presentación súbita de un bulto doloroso en el tiroides es casi patognomónica de hemorragia en un nódulo coloide, que es importante reconocer, ya que es habitual la resolución espontánea en pocas semanas sin necesidad de intervención médica.

Los factores geográficos pueden tener un papel en el desarrollo del carcinoma papilar, que parece tener una mayor incidencia en regiones ricas en yodo, a diferencia del carcinoma folicular, más frecuente en áreas de bocio endémico por deficiencia de yodo.

Los nódulos tiroideos son más frecuentes en mujeres y cuando aparece un nódulo solitario en el varón conlleva un mayor riesgo de malignidad. Una historia familiar de trastornos endocrinos puede orientar hacia un carcinoma medular (CMT), que constituye el 7% de los cánceres de tiroides y en más del 20% de los casos forma parte de un síndrome MEN 2 (A o B) o, con menos frecuencia, se trata de un CMT familiar no MEN. La coexistencia de otras enfermedades endocrinas, especialmente el feocromocitoma, debe ser descartada previamente a cualquier intervención sobre el tiroides. El carcinoma papilar tiene también, en ocasiones, carácter familiar, y se ha descrito en asociación con la poliposis adenomatosa familiar (síndrome de Gardner)y el síndrome de ataxia-telangiectasia.

El paciente se encuentra habitualmente eutiroideo, pero la presencia de datos de disfunción tiroidea puede ayudar a establecer el diagnóstico. Por ejemplo, el hipertiroidismo sugiere un nódulo tóxico autónomo, mientras que el hipotiroidismo hace pensar en una enfermedad de Hashimoto nodular o un cambio linfomatoso en una enfermedad de Hashimoto. La palpación determina si se trata de un verdadero nódulo solitario o un nódulo dominante en un bocio multinodular. En cerca del 50% de los casos de nódulo clínicamente solitario, éste forma parte de una glándula multinodular, como se comprueba en ecografía o en el estudio histológico postoperatorio. A esta distinción se le prestó en el pasado una atención inadecuada, pero los datos actuales sugieren unos riesgos de malignidad similares en ambos casos. Esto es de especial interés en los casos de bocio multinodular con un nódulo dominante que aumenta rápidamente de tamaño, que debe tratarse como si fuera un verdadero nódulo solitario. Un nódulo duro y fijo sugiere malignidad, aunque algunos carcinomas papilares se pueden presentar como lesiones quísticas y el carcinoma folicular puede ser hemorrágico y blando. Por el contrario, un nódulo coloide benigno puede ser duro por una calcificación distrófica. El valor de la consistencia del nódulo es sólo relativo. Sin embargo, la presencia de adenopatías es altamente indicativa de malignidad. El denominado tiroides aberrante lateral con cambios quísticos en un nódulo linfático cervical afectado por un carcinoma papilar puede confundirse con un quiste branquial.

La aparición de una paresia recurrencial en ausencia de enfermedad respiratoria o cirugía tiroidea previa es altamente indicativa de malignidad, con invasión directa por el tumor. Ocasionalmente, esta paresia nerviosa puede ser debida a compresión por una enfermedad nodular coloide benigna, en cuyo caso suelen coexistir síntomas de compresión de esófago y/o tráquea que pueden requerir, por sí mismos, intervención quirúrgica independientemente de la sospecha de benignidad o malignidad del proceso.

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Estadísticas de los nódulos tiroideos

Estadísticas de los nódulos tiroideos.

Los nódulos tiroideos son frecuentes y, aunque la mayoría son inofensivos, es crucial realizar un seguimiento adecuado para detectar cualquier posible cáncer.

Los nódulos tiroideos representan un hallazgo clínico común. Mientras que los estudios basados en la exploración física informan de 3 a 7% de prevalencia, los nódulos tiroideos no palpables han sido detectados por ultrasonografía (USG) en un 20% a 76% de la población general, una prevalencia similar a la de los datos de autopsias de pacientes sin historia previa de enfermedad tiroidea. Por otra parte, del 20 al 48% de los pacientes con un nódulo tiroideo detectado por palpación, presentan nódulos adicionales al ser evaluados por USG. 

En México, se realizó un estudio de prevalencia en la población general, evaluando 2401 personas entre los 18 y 90 años, de los cuales el 82.4% pertenecía al sexo femenino y el 17.6% al sexo masculino; la detección de nódulos por palpación tuvo una prevalencia de 1.4%, mientras que la detección por ecografía logro un incremento al 19.6% y del total el 5.9% correspondió a cáncer papilar de tiroides. 

Los nódulos tiroideos son más comunes en personas de edad avanzada, mujeres, áreas geográficas con deficiencia de yodo, y aquellos con historial de exposición a radiación en cabeza y cuello.

La tasa de incidencia anual estimada de 0.1% en los Estados Unidos indica que 350.000 nuevos nódulos serán descubiertos en ese país este año.  

Con frecuencia se detectan durante un estudio de imagen realizado por razones no relacionadas con la tiroides. En la práctica clínica diaria, los incidentalomas tiroideos se detectan en el 9.4 a 27% de los estudios doppler carotídeo. Además de los encontrados en resonancia magnética (RM), tomografía computada (TC), tomografía por emisión de positrones (TEP). Por lo que, el uso generalizado de las técnicas de imagen ha generado una epidemia de nódulos tiroideos. Como consecuencia, un número cada vez mayor de nódulos tiroideos asintomáticos han sido sometidos a BAAF, lo que resulta en un incremento importante en el diagnóstico y tratamiento de microcarcinoma papilar de tiroides (CMT). (Gharib H, 2016) 

El 90-95% de los nódulos tiroideos son benignos y asintomáticos, por lo que no es recomendable hacer detección de nódulos tiroideos en la población general, ni estudiar histológicamente a todos los pacientes con nódulos tiroideos. La importancia clínica de estudiar un nódulo radica en la necesidad de excluir el cáncer de tiroides, lo que ocurre en el 5 a 10%, dependiendo de la edad, género, exposición a la radiación externa en cabeza y cuello durante la infancia, historia familiar y otros factores. Por esta razón, se recomienda elaborar un plan de pesquisa y estudio de nódulos tiroideos. La detección debe realizarse con examen físico, ultrasonido de alta resolución y citología tiroidea con aguja fina que muestre la histología cuando el caso lo amerite.

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Tipos de nódulos tiroideos

Tipos de nódulos tiroideos

Aunque los nódulos tiroideos generalmente no son cancerosos (benignos), algunos aún pueden serlo. Por ello, es importante evaluarlos, ya que si se tratase de un cáncer de tiroides se podría tratar desde sus primeras etapas.

Tipos de nódulos tiroideos.

Los nódulos son la patología más común de la glándula tiroides, su incidencia en la población está entorno al 7-19%, especialmente en mujeres (6 veces más que en varones) o si hay antecedentes en la familia.

Los especialistas en Endocrinología en la clínica suelen emplear distintos términos para describir los nódulos tiroideos según sus características de aspecto, actividad o composición.

Entre los más habituales que podemos encontrar:

Nódulos únicos o nódulo solitario: cuando tras las pruebas diagnósticas no se identifican otros nódulos. Puede ser un indicio de sospecha de cáncer tiroideo, entre un 5-10% de los nódulos solitarios lo son.

Nódulos múltiples o bocio multinodular: conglomerado de varios nódulos que pueden encontrarse en ambos lóbulos de la glándula. El bocio multinodular suele combinar nódulos y quistes tiroideos. En el bocio multinodular la función tiroidea suele ser normal. Un pequeño número de pacientes desarrollan hipotiroidismo.

Nódulo dominante: Cuando en la exploración física o en la ecografía se observa un nódulo dominante (de mayor tamaño que los demás) se solicitará la realización de una punción aspiración con aguja fina (PAAF) para descartar la posible malignidad. El riesgo de cáncer de tiroides es el mismo en un nódulo único que en un nódulo dominante de un BMN- Bocio Multinodular.

Nódulos sólidos: si el contenido es celular, con poco líquido o coloide (hormona tiroidea almacenada) y tienen mayor probabilidad de ser cancerosos, aunque como ya hemos comentado la mayoría de los nódulos son benignos. Los nódulos sólidos pueden tener demasiadas células en cuyo caso se denominan adenomas.

Nódulos mixtos: el nódulo contiene líquido y células. Si es muy grande, existen tratamientos para evacuar parte del contenido y así aliviar posibles molestias.

Quistes: cuando están llenos de líquido, suelen ser nódulos benignos. Suele manifestarse como un abultamiento del cuello de crecimiento rápido, de consistencia elástica o blanda. El quiste de tiroides suele ser único y benigno.

Nódulos calientes o hiperfuncionantes: otra denominación que se suele usar es adenoma tóxico, producen hormonas tiroideas de manera autónoma, pudiendo provocar hipertiroidismo, puede aparecer en solitario o en un bocio multinodular. Puede resultar de un hallazgo casual al realizar unos análisis de hormonas tiroideas, observándose una concentración de hormonas tiroideas (T4 y T3) que puede estar aumentada, junto con un descenso de la concentración de TSH. La manera de confirmarlo es con una prueba diagnóstica específica llamada gammagrafía, en la cual se demuestra que el nódulo capta yodo radioactivo. Los adenomas tóxicos son benignos.

Nódulos fríos: nódulos inactivos que no producen hormonas tiroideas. Se identifican con la misma prueba antes mencionada. La gammagrafía revela que estos nódulos absorben menos material radiactivo que el resto del tejido tiroideo. Los nódulos fríos pueden ser benignos o malignos.

Nódulo hipoecoico o hipoecogénico: describe nódulos de baja densidad, generalmente de contenido líquido o grasa. La mayoría de los casos se trata de nódulos benignos.

Nódulo hiperecoico: es indicativo de una lesión sólida que convendrá estudiar para descartar su malignidad.

Nódulo espongiforme: Su probabilidad de malignidad es prácticamente nula. El nombre describe su apariencia debido a múltiples espacios quísticos y sólidos que le da el aspecto de esponja o panal de abejas

Nódulos benignos: más del 90% de los nódulos tiroideos son benignos. Son los que pueden beneficiarse de tratamientos con la finalidad de eliminarlos, contener su crecimiento y evitar que puedan malignizarse. Estos pueden ir desde los mínimamente invasivos a los no invasivos, como el HIFU- Ultrasonidos de Alta Intensidad Focalizados, que de manera ambulatoria consiguen tratarlos de manera segura y eficaz sin efectos secundarios.

Nódulos malignos: su prevalencia oscila entre 5%-10%, aunque en el caso de nódulos fríos estas cifras pueden llegar hasta el 17%. Los tumores, suelen ser pequeños y a pesar de presentar un curso lento asintomático y de parecer inocuos pueden producir metástasis e incluso conducir a la muerte.1 El cáncer de tiroides se diagnostica comúnmente a una edad más temprana en comparación con la mayoría de los otros cánceres que afectan a los adultos.

Sólo unos pocos nódulos tiroideos se deben a cáncer de tiroides, son más frecuentes en el género masculino y se cree que hay ciertos factores que incrementan el riesgo a padecerlo, como los antecedentes familiares de cáncer de tiroides o la exposición a radiación en cabeza o cuello.

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Glandula de tiroides y nódulos tiroideos

Glándula de la Tiroides y los Nódulos Tiroideos

Los nódulos tiroideos son crecimientos anormales de células y tejidos que forman una protuberancia dentro de la glándula tiroides.

Glándula de la Tiroides.

La glándula tiroidea, una pequeña glándula que mide alrededor de 5 centímetros (cm) de diámetro, está situada bajo la piel del cuello, por debajo de la nuez de Adán (llamada también bocado de Adán). Las dos mitades (lóbulos) de la glándula tiroidea están conectadas en su parte central (istmo), lo que le da el aspecto de una corbata de lazo. Por lo general, no se puede ver ni apenas percibir. Si aumenta de tamaño, se palpa con facilidad como un bulto prominente (bocio) que aparece debajo o a los lados de la nuez de Adán.

Esta glándula segrega las hormonas tiroideas, que regulan la velocidad a la que tienen lugar los procesos químicos del organismo (índice metabólico). Las hormonas tiroideas influyen en el índice metabólico de dos maneras:

  • Estimulando casi todos los tejidos del organismo para que produzcan proteínas
  • Incrementando la cantidad de oxígeno que utilizan las células

Las hormonas tiroideas afectan a muchas funciones corporales vitales, como la frecuencia cardíaca, la velocidad de combustión de las calorías, el mantenimiento de la piel, el crecimiento, la producción de calor, la fertilidad y la digestión.

 

Nódulos Tiroideos.

Los nódulos tiroideos (NT) son tremendamente comunes, siendo la mayoría de ellos no palpables y menores de 1,5 cms. En términos generales, son más frecuentes en mujeres, en la edad avanzada, en áreas de carencia de yodo y en personas que han sido sometidas a radioterapia en la región del cuello.

La inmensa mayoría de los NT son benignos, pero algunos pacientes pueden requerir una evaluación más completa para excluir un cáncer tiroideo, que estaría presente en aproximadamente un 5% de todos los NT.

Durante los últimos años el descubrimiento incidental de NT, se ha convertido en un hecho extraordinariamente común, debido a las mejores tecnologías en imágenes. Los NT se pueden encontrar en estudios de tomografía axial computada de tórax o cuello por enfermedades no tiroideas, en eco Doppler de carótidas o en ecotomografías de cuello realizadas por problemas ganglionares, de glándulas salivares o de paratiroides.

Dada la alta prevalencia de NT en la población general y, por el contrario, la baja frecuencia de cáncer tiroideo en las personas con nódulos, el desafío que enfrentamos es decidir en quien utilizar las técnicas actuales de diagnóstico y cuando se justifica una terapia médica o quirúrgica.

El factor más importante del crecimiento del tiroides y, por lo tanto, la principal causa de la aparición de nódulos en el tiroides, son las alteraciones hormonales. Así pues, si te estás preguntando «¿por qué tengo nódulos en la tiroides?», puedes estar tranquilo, lo más probable es que sea este el motivo.

Por un lado, está el incremento de TSH (hormona estimulante del tiroides), que causa un crecimiento excesivo de tejido tiroideo normal (adenoma); y por otro, la deficiencia de Yodo en la dieta, que suele producir un crecimiento de la glándula, desarrollando varios nódulos o constituyendo un bocio multinodular.

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Radiofrecuencia para el tratamiento de nódulos tiroideos

Radiofrecuencia para el tratamiento de nódulos tiroideos.

La ablación por radiofrecuencia (ARF) es una modalidad de tratamiento prometedora para varios tumores, en particular el cáncer de tiroides.

Radiofrecuencia para el tratamiento de nódulos tiroideos.

Para las enfermedades de la tiroides, la ARF guiada por ultrasonido ha mostrado buenos resultados para los nódulos tiroideos benignos, incluidos los nódulos tiroideos que funcionan de forma autónoma. Para los nódulos tiroideos benignos, la ARF mejora eficazmente los síntomas y los problemas estéticos al reducir el volumen del nódulo tiroideo en un 84,8%.

Series de casos recientes sugieren que la ARF guiada por ultrasonido es un tratamiento alternativo eficaz para el carcinoma de tiroides recurrente en pacientes que tienen un alto riesgo de complicaciones de la cirugía o que se niegan a someterse a cirugías repetidas. Según un análisis reciente del tratamiento con ARF guiado por ultrasonido para el cáncer de tiroides localmente recurrente, el éxito terapéutico es del 100%, con una reducción de la tiroglobulina sérica del 71,6%. La guía revisada de la American Thyroid Association sugiere la ARF guiada por ultrasonido como una alternativa útil a la resección quirúrgica del cáncer de tiroides metastásico.

Aunque se ha demostrado que la ARF es una excelente modalidad de tratamiento para los nódulos tiroideos benignos y los cánceres de tiroides recurrentes, se han informado varias complicaciones asociadas con la ARF, que incluyen cambios en la voz, quemaduras en la piel, formación de hematomas (moretones) e hipotiroidismo transitorio. La ARF es una opción de tratamiento mínimamente invasiva. Durante este procedimiento, se inserta un pequeño electrodo en forma de aguja en el nódulo tiroideo con guía ultrasonográfica. El calor generado en la punta de la aguja destruye el tejido objetivo.

Las indicaciones más comunes para la ARF por nódulos tiroideos son para el tratamiento de nódulos tiroideos sólidos (o predominantemente sólidos) benignos comprobados por biopsia que causan problemas estéticos o de presión. Otras indicaciones incluyen el tratamiento de nódulos tiroideos de funcionamiento autónomo como alternativa a la cirugía o al yodo radiactivo y en determinadas circunstancias, los cánceres de tiroides pequeños primarios o de tiroides recurrentes, que no se encuentran cerca de estructuras críticas, pueden tratarse con ARF en pacientes que prefieren evitar la cirugía o que no son buenos candidatos quirúrgicos debido a otras afecciones médicas comórbidas (obesidad, hipertensión, diabetes, etc.). Su equipo multidisciplinario de médicos determina si la RFA es un tratamiento adecuado, caso por caso.

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